¿Cómo dar mi opinión sin caer en falacias?
El acto de hablar permite descubrir el mundo de una persona, lo que piensa de la vida, las experiencias que ha tenido, un poco sobre su trayectoria por el mundo. Por lo tanto, analizar un discurso o cualquier otro acto comunicativo devela intenciones humanas, desde aquellas más simples y dulces hasta su lado más manipulador y obscuro.
En este sentido, opinar y argumentar sobre nuestra postura frente a algún tema es una puerta para conocer el intelecto humano, y por esta razón en especial debemos evitar caer en falacias. En el lenguaje coloquial “falacia” se refiere a una afirmación errada o mentirosa. Sin embargo, yéndonos a un terreno más profundo y filosófico, las falacias son descritas como fallas de razonamiento y existen muchas de ellas, con base en el portal Esan.edu.pe resumiremos algunas para no caer en ellas y tenerlas en cuenta al momento de entrar en un debate o defender nuestra posición:
- Argumento ad hominem: consiste en dar por falsa una afirmación teniendo como referencia quién la emite o la defiende. Esta busca desacreditar el argumento al desprestigiar a la persona que lo sostiene.
- Eludir la carga de la prueba: consiste en asumir la validez o falsedad de una afirmación sin aportar razones para fundamentar la conclusión. Un principio clásico en derecho señala que quien afirma algo debe probarlo.
- Falacia del punto medio: quienes sostienen esta falacia dicen que la verdad debe encontrarse en el punto medio entre dos extremos. En ocasiones esto puede resultar válido, pero tomarlo como una generalidad puede estrellarnos contra la realidad en forma continua, pues en ocasiones también uno de los extremos está en lo cierto.
- Falsa dicotomía: este argumento suele utilizarse en contextos muy polémicos, especialmente en política. El argumentador presenta dos opciones como si fueran las únicas existentes, cuando hay otras que se deberían considerar.
- Falacia anecdótica: se recurre a una experiencia personal o un ejemplo aislado como una prueba para sustituir o rebatir un argumento bien fundamentado o una evidencia científica.
Estas son algunas de las falacias que existen, todas ellas apuntan a una falta de argumentación veraz y fidedigna en el discurso emitido. Por tal motivo, huir de ellas y fundamentar los argumentos en hechos, datos, cifras, ejemplos reales y contundentes trazará un camino para que la opinión propia sea valiosa y persuasiva. Ya que solo eso nos permitirá alcanzar la verdad y propender por espacios de participación y debate con un objetivo claro: la búsqueda del bien común.
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